My obsession with cranes has begun
I see one of those giant, yellow cranes through the window; they have lights on all sides, as to avoid helicopters crashing into them or something; however, the sky of Reykjavik is full of little planes. When one passes over me, I raise my arms from the handlebar of my bike and feel like Tom Cruise in Top Gun. Several politicians have suggested moving the local airport out of the city, I guess to put these ugly blocks instead, but I consider the aerodrom romantic and the geese that fly in “V” formation over it agree honking crazily. On the other hand, I see cranes everywhere, some obstruct my ocean view and I don’t like it. I love to see the reflection of the sun on the water, as it changes the color. I can live anywhere with the condition of seeing the sea, the bay or whatever.
The crane is moving, it turns itself around and, at the same time, a plane passes by. It seems very small and I have the impression that the crane is holding up the plane with its cable, like the one in Tibidabo (the theme park of my city, Barcelona). All my attention goes in that plane and disappears from the window and from my sight and the Icelandic grammar teacher looks at me sideways and my notebook is full of scribbles and I think, at some point at class, I'm in the middle of the desert. I don’t see anything wherever I look, although it’s definitely better than those black buildings. Very soon the Hallgrímskirkja church won’t be visible from everywhere in Reykjavik any longer. When I look up at the high offices at night and see someone still working with the lights on, I get a little depressed, I admit it, and then I remember the paintings of Edward Hopper. But this is not New York, or is it?
-Jordi Pujolá
Spanish version:
EMPIEZA MI OBSESIÓN POR LAS GRÚAS
Veo una de esas grúas gigantes y amarillas por la ventana; tienen luces en todos los extremos, como para evitar que por la noche choquen los helicópteros o algo así; no obstante, el cielo de Reykjavík está plagado de avionetas. Cuando me pasa una sobre la cabeza, levantó las manos del manillar de mi bici y me siento como Tom Cruise en Top Gun. Varios políticos han propuesto trasladar el aeropuerto local a las afueras, supongo que para construir esos bloques tan feos, pero yo lo considero romántico y los gansos que vuelan en formación “V”, graznando como locos, están de acuerdo. el. En cambio, veo grúas por todas partes, algunas no me dejan ver el mar y eso no me gusta. Yo siempre quiero ver el reflejo del sol sobre el agua. Puedo vivir en cualquier sitio con la condición de dar una vuelta con la bici y ver el mar, la bahía, da igual.
La grúa se está moviendo, gira sobre sí misma y a la vez pasa un avión, parece muy pequeño y parece también que la grúa lo esté moviendo con su cable, como si fuese el avión del Tibidabo. Toda mi atención se va en ese avión, que desaparece de la ventana y de mi vista, y la profesora de gramática islandesa me mira de reojo y mi libreta está llena de garabatos y yo pienso que, a veces, en plena clase, estoy cruzando el desierto. Y no se ve nada a los lados, por ninguna parte que mires, aunque siempre es mejor que esos edificios negros tan altos. Cuando alzo la cabeza hacia ellos en plena noche y veo a alguien, trabajando todavía, con la luz encendida, me entra un poco de depresión, lo reconozco, y luego me acuerdo de los cuadros de Edward Hopper.
-Jordi Pujolá